EL ARCHIVO DEL UNGA
Yo soy Diógenes el Can. reconozco a los que dan, ladro a los que no dan, y a los malos los muerdo.
¡Muchos te alaban, eh! ¡Pues yo que mal he hecho!

viernes, 31 de agosto de 2012


EL FILÓSOFO, DE LA  CALLE
DICHOS LATINOS, ANALISIS, 1855 AÑO. XV

Sidera coela additis; vel in silvam ne ligna feres nec in mare aquam, vel qui ut puerom non facitur in coelo non erit.
Dar voz a los que no tienen; aunque algunos dan por Dios al que tiene más que voz. 
El hombre cree que vive por virtud de las fuerzas que él puede controlar, pero de hecho, es gobernado por el poder de orígenes ocultos, poder sobre el cual él no tiene ningún control, dice Hawkins, uno de esos poderes es el del comunicador social y del que tiene el oficio de escribir:
Filosofando                              Por: UNGA
El Comunicador Social y el Oficio de Escribir
Es muy probable que así haya empezado la difícil y frecuentemente incomprendida profesión de comunicador social.
El pueblo hebreo guiado por Moisés a la tierra de leche y miel acampó a la orilla del mar Rojo. Los egipcios, junto con su jefe el Faraón, se acercaban pe
ligrosamente. Entonces... los hijos de Israel, alzando los ojos, vieron a los egipcios marchar contra ellos, y llenos de terror clamaron a Dios, y dijeron a Moisés: ¿Es qué no había sepulcros en Egipto, que nos has traído al desierto a morir? ¿Qué es lo que nos has hecho con sacarnos de Egipto? ¿No te decíamos nosotros en Egipto que era mejor servir a los egipcios que morir en el desierto?
Moisés, preocupado, se alejó del grupo para ir a dialogar con su Manager Yahvé el cual le dijo:
- Tú alza tu bastón y tiende el brazo sobre el mar y divídelo para  que los hijos de Israel pasen por en medio, en seco.
Al regresar con sus compañeros, un hombre se acercó al gran líder y preguntó:
- ¿Qué harás ahora?
Moisés contestó:
- Haré que se abran las aguas, pasaremos nosotros y cuando pasen aquellos haré que las aguas se cierren, sepultándolos.
El hombre dio un alarido de admiración y dijo:
- Si lograras hacer eso, te juro que te consigo ocho planas en la Biblia.
Aquí se engendró la profesión del periodista. Nació potencialmente, desde aquel entonces, la inquietud del hombre por decir su palabra, y más si se sabe escribir bien - afirma Sinuhé, el egipcio:
- Tienes razón -dijo-, un soldado no necesita saber escribir, debe saber solamente batirse. Si supiere escribir sería jefe y daría órdenes al más bravo de los soldados.
- Porque todo hombre que sabe escribir es capaz de mandar a los soldados, y no confían ni cien hombres al jefe que no es capaz de garabatear unos signos sobre un papel. ¿Qué placer puede hallar en las cadenas y las condecoraciones si es el hombre de la pluma quien le da las órdenes?
- Pero así es y así será siempre. Por esto te digo, muchacho, que si quieres mandar soldados y conducirlos, aprende primero a escribir. Entonces los portadores de cadenas de oro se inclinarán ante ti y los esclavos te llevarán al combate en tu litera.
Así, yo Sinuhé, abandoné el sueño de ser soldado y no protesté cuando al día siguiente mi padre y mi madre me condujeron a la escuela y a la biblioteca del MI PUEBLO.

viernes, 3 de agosto de 2012

DIALOGOS CON DIOS



Con Mefistófeles, hablando del hombre.

-Mefistófeles.- El raquítico dios de la tierra sigue siendo igual de calaña y tan extraviado como en el primer día. Un poco mejor viviera si no le hubieses dado esa vislumbre de luz celeste, a la que le da el nombre de razón y que no utiliza sino para ser más bestial que toda bestia. Se me figura, dicho sea con perdón de Vuestra Señoría, uno de esos cigarrones de largas patas que sin cesar vuelan y saltan volando y cantan invariablemente en le hierva su vieja cantinela. ¡Menos mal si pudiera estarse quieto en la hierba! No hay inmundicia donde no meta la nariz.

-El Señor.- ¿Nada más tienes que decirme? ¿Has de venir siempre a inculpar? ¿Nunca hay para ti algo bueno en la tierra?

- Mefistófeles.- No, Señor, encuentro lo de allá tan deplorable como siempre. Lástima me dan los hombres en sus días de miseria, y hasta se me quitan las ganas de atormentar a esa pobre gente.

-El Señor.- ¿Conoces a Fausto?

- Mefistófeles.- ¿El Doctor?

-El Señor.- Mi siervo.

-Mefistófeles.- Es un insensato. ¡Singular manera tiene de serviros, a fe!...

-El Señor.- Te equivocas. En medio de su vago impulso el hombre bueno sabe discernir el recto camino.

-Mefistófeles.- ¿Qué apostáis? Aun le perderéis si me das licencia para conducirlo poco a poco en mi camino.

-El Señor.- En tanto que viva sobre la tierra, no te sea vedado. El hombre yerra mientras tiene aspiraciones… pues bien, séate ello concedido. Desvía de su origen este espíritu…

-Mefistófeles.- Así os lo agradezco, porque con los muertos nunca me ha gustado meterme. Prefiero las mejillas carnosas y frescas. No me vengan a mí con cadáveres. Me pasa lo mismo que al gato con el ratón. Perfectamente; sólo que no durará mucho ésto. No paso el menor cuidado por mi apuesta si me salgo con la mía permitidme que a mis anchas goce yo de mi triunfo. Tendrá que comer polvo, y con delicia, como mi prima la famosa serpiente.

-El Señor.- Puedes aparecerte, pues también a tu albedrío. Jamás odié a mis semejantes. De todos los Espíritus que niegan, el burlón es el que menos me molesta. Harto puede fácilmente relajarse la actividad del hombre y éste no tarda en aficionarse al reposo absoluto. De polo a polo. Por esta razón le doy gustoso un compañero que, debiendo obrar como diablo le incite y ejerza influencia sobre él, es un Ángel y vosotros verdaderos hijos de Dios regocijaos en la espléndida belleza viviente, por eso te doy la anámnesis. QUE LO EVOLUTIVO, que perpetuamente obra y vive os circunde con dulces barreas de amor, sindéresis, y lo que se cierne en el aire cual flotante aparición, dadle fijeza con pensamientos duraderos. El cielo se cierra y los ángeles se dispersan.

-Mefistófeles.- Estando ya solo dice: De tiempo en tiempo pláceme ver al Viejo, y me guardo bien de romper con él. Muy linda cosa es, por parte de todo un gran Señor, el hablar tan humanamente con el mismo diablo.

p.d. Tengo la fortuna de consultar el texto el Fausto de Goethe, publicado en 1924 por la Universidad Nacional de México siendo Director de la Secretaría de Educación Público el Lic. José Vasconcelos.